Una de las características que más poderosamente llaman la atención al contemplar muchas de las más famosas obras de Klimt es su excepcional uso del dorado como color que unifica y da sentido al resto de colores. Gracias a su uso, sus pinturas adquieren una gran luminosidad y vistosidad pero también provoca que el espectador se vea transportado a la suntuosidad y sensualidad del mundo oriental que pretende evocar. De este modo, por ejemplo, se refuerza la actitud provocadora y lujuriosa de sus femmes fatales.

El resto de colores utilizados se mueven entre los cálidos presentes en la figura femenina y los fríos del fondo y la serpiente.

La serpiente presenta colores oscuros, pétreos y grises, contrastando fuertemente sobre el dorado de la base.
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